sábado, 25 de julio de 2009


EL CORTIJO DE LAS MAYORALAS

En la página oficial que el Ayuntamiento de Periana tiene en Internet puede leerse lo siguiente:

Las Mayoralas: Su nombre proviene de capataz “mayoral” de la cuadrilla de trabajadores del campo.

Ruego a los responsables de esa página que, si alguna vez leen lo que voy a escribir, corrijan tamaño disparate. Voy a reproducir un pequeño artículo que publiqué en el número 7 de la revista Almazara. Le añadiré algunos datos que confirmen lo que digo.

Artículo

Era el año 1746. Don Francisco Marfil Lagos, casado con Doña Isabel de los Ríos, actuaba de escribano público de las villas de Iznate y de Benamocarra, de donde era vecino. El matrimonio poseía unas tierras en las Rozas Bajas, cerca de Periana, junto al río Guaro. Lindaban con éste, con un cortijo de las monjas de San Bernardo, con tierras de una señora de Periana llamada Teresa Pascual y con el arroyo del Marrano.
Estas tierras habían pertenecido años antes al inquisidor Don Cristóbal de Aranda y Varona. Don Cristóbal había fundado un patronato, para el que tomó dinero con un censo redimible (hipoteca) de ocho mil ochocientos reales de vellón con la garantía de estas tierras.
Cuando en el citado año de 1746 el matrimonio Marfil de los Ríos decide desprenderse de la tierras todavía estaban gravadas con el censo.
Llegan a un acuerdo para su venta con dos señoras de Vélez. Eran hermanas y solteras, aunque el documento de venta no lo dice así; dice que eran “de estado honesto”. Por lo visto, estas señoras andaban desahogadas económicamente y no solamente pagaron las tierras sino que también redimieron el censo (levantaron la hipoteca); pero esto no fue todo: también construyeron en ellas una casa. Así, con sus cuarenta fanegas de tierra, cuatro de regadío y el resto de secano, con sus olivos, con su era empedrada y con la nueva casa, la propiedad quedó convertida en cortijo, que pronto fue conocido por el cortijo de las Mayoralas. Y, ¿por qué este nombre?. La respuesta es bien sencilla: porque las señoras se llamaban Doña María Mayoral y Doña Lorenza Mayoral, conocidas como las señoras Mayoralas.
Al no tener descendencia directa nombran por su heredera a una sobrina llamada Doña Isabel Ana Mayoral Doppere, natural de Sevilla y vecina de Vélez. Ésta, a su vez, en el año 1806, nombra heredera universal de todos su bienes a Doña Teresa Jiménez, que tuvo la ocurrencia de casarse con un buen pajarraco, con Don Francisco Renjifo Segarra. Era raro el día en que la pobre de Doña Teresa no dormía caliente: el indeseable de su marido tenía la mano algo larga y las palizas eran plato común en aquella casa. La sufrida de Doña Teresa se negaba a poner el cortijo a nombre de su marido y lo dejó en herencia a su hermano Antonio; el marido, que ya sabemos cómo se las gastaba, lo intentó por las bravas: le dio tantos palos que la pobre no tuvo más remedio que ceder y nombrarle heredero. Dice el documento: “... por complacerlo y evadirse de los malos tratamientos con que la insultaba”.
Cuando muere Doña Teresa, aparecen dos testamentos; el marido y el hermano pleitean durante dos años por la herencia y éste gana el juicio en el juzgado ordinario de Vélez y en la Real Chancillería Territorial. ¿Por qué ganó el hermano?. Ganó porque Doña Teresa, a pesar de las palizas, conservaba despejada su mente y tuvo la malicia de incluir en el testamento, según nos dice una escritura, “una cláusula revocatoria que, con particulares palabras, había dispuesto a cautela la Doña Teresa”.
Así llegamos al año 1819, en que el flamante nuevo propietario toma posesión del cortijo. Le duró poco el goce de la herencia: el día 29 de julio lo vende a Don Francisco Guerrero Torres, escribano de Vélez Málaga. El precio fueron treinta y cinco mil reales de vellón, distribuidos de la siguiente forma:
- diecisiete mil reales que le había prestado el comprador en varias partidas durante la duración del juicio
- cuatro mil reales en especies: trigo, aceite y un cerdo de un año
- seis mil doscientos setenta reales en monedas de oro y plata a la firma de la escritura
- siete mil setecientos treinta reales, que retiene el comprador para hacer frente a los siguientes compromisos: mil setecientos reales que costaron el funeral y las misas de D.ª Teresa; dos mil treinta reales que se deben de gastos judiciales; dos mil reales a D.ª Rafaela Renjifo, legado de D.ª Teresa, y mil reales a Rosa Agüero, otro legado de D.ª Teresa.
Desconozco las razones que le movieron a desprenderse tan pronto del cortijo. Pudo ser porque no le interesaba labrarlo o, quizás, porque le afectó la maldición del gitano de “pleitos tengas y los ganes”. ¿Vendió para pagar los gastos de los juicios?. Esto parece desprenderse de lo dicho anteriormente: ya hemos visto que de treinta y cinco mil reales que valía la herencia sólo le quedaron limpios seis mil doscientos setenta reales.
Seguramente que la adquisición del cortijo por parte del escribano Guerrero Torres fue una operación meramente especulativa y nunca tuvo intención de hacerse labrador en Periana: a los pocos meses, concretamente el 24 de mayo de 1820, se desprende de él vendiéndolo a D.ª María Godoy, una señora viuda de Periana. Por la escritura de esta venta sabemos que la casa del cortijo estaba derruida y que en la finca había ciento sesenta y un olivos.

Francisco Santos Arrabal
Otros datos

Ver el legajo P-5028, folio 411 (12.06.1759) del Archivo Histórico Provincial de Málaga.

- El día 12 de junio de 1759 se firma un acuerdo entre D.ª María Josefa Mayoral Colado y su sobrina D.ª Isabel Ana Mayoral.
- Las dos eran de estado honesto. “Por sí mismas se gobiernan y administran sus bienes”.
- El día 23 de marzo de 1759, la sobrina denuncia a su tía y le reclama la parte de herencia que le corresponde por la muerte de su abuelo paterno Don Francisco Mayoral.
- Al morir Don Francisco hereda su viuda D.ª Francisca Colado.
- Hijos del matrimonio: Don José Mayoral Colado, padre de Isabel Ana; Rvdo. Padre Fray Manuel de Vélez, religioso capuchino; Don Salvador Mayoral Colado; D.ª Lorenza Mayoral Colado; D.ª María Josefa Mayoral Colado.
- “Con el motivo de hauerse ausentado el dicho Don Saluador de esta ciudad para los reynos de Indias, donde adquirió algún crezido caudal y todo lo dejó por su fallecimiento a la dicha D.ª Francisca Colado, madre común, le fue notiziado”. Estando ésta tramitando la herencia falleció en su casa de Vélez.
- Sus hijas D.ª María y D.ª Josefa se hacen cargo de cobrarla, sin tener en cuenta los derechos que tenía su sobrina como heredera de Don José Mayoral Copado, y difunto. Isabel. “Comenzaron a usarlo, manejarlo y emplearlo en diferentes posesiones que administraron”; entre ellas las tierras de las Mayoralas.
- Ana recurre a su tío el sacerdote, “que a la sazón era guardián en el convento de capuchinos de la ciudad de Seuilla”.... “El referido le hauía aconsexado mudase de domicilio a esta ciudad y pasase a vivir en compañia de las dichas D.ª María y D.ª Lorenza Mayoral, sus ermanas, con quienes ygualmente gozaría y disfrutaría el dicho caudal prohiniuiso y que, consintiendo en ello, se vino con D.ª Ana Jarobo de Dopiere, su madre, y permaneció sin más facultades a dicho caudal que el que le permitían las dichas D.ª María y D.ª Lorenza, reduziéndose a los alimentos nezesarios hasta entonces, sin embargo de que en el yntermedio, por el año de setezientos y zinquenta y zinco, hauía fallecido ab intestato la D.ª Lorenza”.
CORTIJO DE MOYA

He leído en varios sitios que el cortijo de Moya debe su nombre al doctor Moya, un médico granadino que ejerció en Periana en los últimos años del siglo XIX. Me gustaría que mis paisanos fuesen más escrupulosos al interpretar la historia de nuestro pueblo. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque éste no es el único caso en que a uno se le ocurre una idea y vienen detrás otros que, aplicando la ley del menor esfuerzo, en vez de molestarse en investigar la historia de nuestro pueblo, se limitan a copiar.
Paisanos, un poco de seriedad y otro poco de cariño a nuestro pueblo: Periana se merece que hagamos algún esfuerzo para difundir su historia auténtica.
Vamos al caso del cortijo de Moya. Ya he dicho que el doctor Moya ejerció de médico en Periana a finales del siglo XIX; pues bien, hay documentos escritos que hablan del cortijo de Moya antes de que el doctor Moya pudiese haber nacido. Veamos algún ejemplo:

Documento del día 9 de noviembre de 1706
En una escritura de contrato de arrendamiento del Cortijo Cuesta de la Negra se puede leer lo siguiente:
“... linde con cortijo que llaman del Encinar de España, que su propiedad es del capitán Don Bartolomé de Mena Moyano, vecino y rexidor de esta ciudad, el río de Guaro, Peñones de Aguas y cortijo que llaman de Moya y otros ...”.

Documento del día 8 de abril de 1774
Se trata de una escritura en la que Don Francisco Fernández Gallegos, natural y vecino de Sedella, otorga testamento:
“... instituimos zierta memoria para que todos los juebes del año, a ezepción del Juebes Santo, día de la Azención y Corpus Christi, se dijese una Misa cantada, con el Santíssimo manifiesto, en la Iglesia Parrochial de dicha villa de Zedella,.... Cuia memoria la ympusimos y cargamos sobre un cortijo de pan sembrar, nombrado el de El Ensinar de España, que tengo y poseo en las Rosas Altas de la ciudad de Vélez, ymmediato a la Puebla de Periana; linde con otro nombrado de Los Peñones de Aguas, otro nombrado el de La Negra, otro nombrado el de Moya y tierras de Joachín Fernández; ...”

Documento del día 9 de febrero de 1808
En esta fecha se celebró una escritura de arrendamiento del Cortijo de Moya. Veamos algo de la misma:
“...ante mí el escribano público de su número y el competente de testigos, pareció Antonio López, vecino de la villa de Periana, de esta jurisdicción, y dixo había recibido de Don Pedro Bravo, vecino de la ciudad de Granada, y, en su nombre y representación, de Don Josef Zalamea, que lo es de esta ciudad, como su administrador y apoderado en ella, un cortijo de tierras de labor, con arbolado de olivos y casa de texa deteriorada, que aquél tiene y posee por suyo propio, denominado de Moya y situado en el partido de las Rozas Altas, término de la Puebla de Periana, de esta jurisdicción; lindando con el río Guaro y con tierras de los cortijos de la Negra y del Encinar; ...”

Documento del día 2 de octubre de 1813
Esta vez se trata de otra escritura de arrendamiento otorgada por la viuda de Bravo,
“... ante mí el escribano público y testigos infrascriptos pareció Antonio López Vega, vecino de la Puebla de Periana, residente a el presente en esta ciudad, y Dijo: tiene en arrendamiento un cortijo y tierras de pan sembrar, situado en las Rozas Altas, de esta misma ciudad, que nombran de Moya, con treinta y dos olivos y diferentes acebuches, con su casa de teja corriente; situado en el partido referido de las Rozas Altas, término de dicha Puebla, jurisdicción de esta ciudad, que linda con el río de Guaro, tierras de los cortijos de la Negra y del Encinar. Cuyo arrendamiento ha cumplido en el presente año; por lo qual se ha vuelto a concertar con dicha D.ª Francisca de Cárdenas recibirlo en nueva locación ... “

Documento del día 2 de septiembre de 1825
Vamos con el último. Es otra escritura de arrendamiento. Esta vez la otorga el suegro del hijo de D.ª Francisca de Cárdenas, cuyas relaciones con su madre estaban algo tensas, debido a la oposición de ésta a su matrimonio:
“... ante mí el escribano por S. M. público del número perpetuo de ella y el competente de testigos, parecieron de la una parte Don Mateo Juan de Gámez, vecino de la misma; y de la otra, Antonio de Frías Morales y Diego de Luque Ximénez, que lo son de la Puebla de Periana, de esta jurisdicción, y dixeron: Que el primero, como curador ad bona de su menor hijo político Don Manuel Bravo y Cárdenas, de este propio domicilio, arrienda al segundo, bajo la qualidad de que el tercero sea su fiador mancomunado, un cortijo para pan sembrar, nombrado de Moya, situado en término de dicha Puebla, ... “

Confío en que los argumentos presentados sean suficientes para que algunos cambien de opinión. Lo que voy a decir no prueba la existencia del cortijo de Moya, pero sí la posibilidad de que cualquier vecino de la zona de apellido Moya le diera su nombre. Personas de este apellido acompañaban a los Reyes Católicos en su conquista de las tierras de Vélez y se quedaron a vivir aquí. Un ejemplo son los antepasados del ventero que regentaba la Venta del Mellado en el año 1758. Éste se llamaba Juan de Moya.