jueves, 16 de abril de 2009

BAÑOS DE VILO. HISTORIA

Ya los romanos curaron sus heridas en las aguas de Bilo. Tan conocidas eran que no tenían necesidad de usar apellido. Sólo bastaba un nombre, Pilum (el Pilar). Cuando se decía Pilum sin apellido ya todos sabían que se referían a la fuente por antonomasia, a la fuente única, a la fuente milagrosa.
La teoría de este origen latino del nombre de la fuente de aguas sulfurosas se la debemos al profesor Chavarría Vargas: PILUM > PILO >BILO.
Bilo - hoy Vilo- se encuentra en tierras de Periana, a tres kilómetros del pueblo, debajo del Puerto del Sol, junto al Cerrajón de los Baños, a 36º 57’ de latitud norte y 4º 12’ de longitud oeste, a 580 m. de altitud. Alrededor de los baños se ha formado una aldea llamada Baños de Vilo. El balneario está en la confluencia de los arroyos Vilo y Zapata.
Hay algunos autores que modifican la fecha original de su descubrimiento. Don Pedro María Rubio, en su obra Tratado completo de las fuentes minerales de España, publicado en 1853, afirma que son posteriores a los sarracenos.
Esta fuente, como casi todas las de aguas medicinales, tiene su leyenda. Una leyenda similar también a la de otras muchas. La de nuestra fuente la ofrece Don Cecilio García de la Leña en su obra Conversaciones Históricas Malagueñas. Opinamos que la narración del señor García de la Leña debemos aplicarla no al descubrimiento de la fuente, sino a su redescubrimiento. Veamos la leyenda:

A quatro leguas de Velez Malaga á su Norte, siete de nuestra Capital y a un quarto de legua de la Puebla de Periana estuvo en el tiempo de los Moros situado un Lugar llamado Bilo ya oy despoblado, el que estaba existente al tiempo de la ereccion de este Obispado, y se conquistó quando Velez Málaga en 1487. En el sitio de las Rozas, cercano al Puerto del Sol , en una de las entradas á las sierras de Zafarraya [voz arábiga, que significa campo de Pastores] está el nacimiento de estos baños sobre la punta de un ángulo de tierra que forma la junta de dos pequeños rios ó arroyos llamados de Zapata y de Guaro. Por las virtudes de sus aguas se llamó la Fuente Santa: por el sitio, de las Rozas del Puerto del Sol: Hediondas por su fetidez, y de Bilo por el despoblado de este nombre.
Esta fuente, de la que no se advertía mas que un cenagal hediondo, y nada frequentado por su sitio áspero y desierto, era tan despreciable, que nadie hacia caso de élla, hasta que una casualidad comenzó á dar noticias de la prodigiosa virtud de sus aguas, como ha sucedido con otros muchos re­medios, y aun lo mismo que las de Hardales. Fué el caso: Un Pastor reparó, que una cabra llena de ulceras se bañaba en este cenagal, y que prontamente se puso gorda y saludable. Lo mismo advirtió en otras muchas enfermas, que se revolcaban en dicho cenagal, y quedaban libres de sus dolencias. Divulgó el Pastor estas noticias, acreditadas tambien con otros animales sarnosos que él hizo meter en el cieno, y sanaron.
Publicadas estas noticias, comenzaron á acudir á este cenagal quantos se hallaban con varias dolencias, juzgandolo un Sánalo todo; y aun llegaron á beberla, y conocieron ser digestiva, aperitiva y á veces catartica..

Llegamos sin noticias escritas de los Baños de Vilo hasta el siglo XVIII, a pesar de que en la comarca eran bien conocidas. La fama de las maravillas que producían sus aguas cada vez se extendía más: acudían a su reclamo toda clase de enfermos; personas de todas las raleas discurrían por sus alrededores, renqueaban por las breñas o dormitaban a la sombra de un olivo. Las autoridades de Vélez, a cuyo término pertenecían entonces todas las tierras de las Rozas Altas, empezaron a preocuparse ante este aluvión de personas. Suponemos que les preocupaba la falta de instalaciones adecuadas para los enfermos, o el mal estado de los caminos, o la salud física de sus subordinados, que con tanta fe acudían a tomar las aguas; pero esto no es lo que nos han dejado escrito: el primer documento encontrado sobre los Baños de Vilo nos muestra la preocupación del Sr. Alcalde y de sus ediles por la salud espiritual de las almas de aquellos esperanzados enfermos. No podía concebirse que en un pueblo decente y de buenas costumbres, como era Vélez-Málaga de la Cruz, existiese un centro donde no se respetaban las normas de castidad que nos había enseñado nuestra Santa y Sabia Madre Iglesia: en Bilo las piletas de los baños estaban “sin aquella disposición decente que corresponde a la debida separación para el baño de hombres y mujeres”. Esto es, al menos, lo que dijo el regidor Don Juan de Torres Miranda en el cabildo del día 25 de Mayo de 1736. No cayó en saco roto la acusación del edil Torres: en ese mismo acto y sin discusión se acordó encomendar al mencionado regidor que él personalmente, con cargo a los fondos municipales, se encargase de resolver el espinoso asunto descubierto en los baños que había “en tierras que llaman del cortijo de Zapata”.
La información anterior pertenece al documento antes citado referente a las
aguas que llaman las Hediondas y Fuente Santa, muy saludables y especializadas a efectos de sanidad de diversos accidentes, a las que concurren muchos adolecientes, no sólo de pueblos de esta jurisdición, sino también de muchos extraños.

Se encuentra el citado documento en el Archivo Municipal de Vélez-Málaga. Después de estos datos existe un paréntesis documental de cerca de treinta años. No volvemos a tener información de los Baños de Vilo hasta el temporal del día 25 de Septiembre del año 1764. Esto no quiere decir que estuviesen clausurados o inactivos; sólo podemos sacar la conclusión de que no hemos tenido la suerte de tropezarnos con documentos escritos que hablen de ellos. Podríamos deducir esta aseveración de la interpretación racional del segundo documento encontrado. Nos referimos al acta del cabildo de Vélez-Málaga del día 12 de Abril de 1765, en la que se dan por enterados de la catástrofe ocurrida medio año antes. Al hablar de los Baños de Vilo lo tratan no como un hecho nuevo, sino como algo que está ahí, como algo natural de nuestro entorno.
En este cabildo se habla de las inquietantes noticias que se tienen del temporal de viento y agua ocurrido en las últimas tierras del término, en las Rozas Altas. El día 25 de Septiembre del año anterior, es decir, de 1764, hubo tal temporal que destrozó los baños, hasta tal punto “que han quedado sin uso alguno, confundidas sus aguas”. A la vista de ello, los concejales de Vélez, temiendo que se quedaran sin poder usar los baños los numerosos vecinos “de nuestra ziudad y su término, como de otras lejas tierras que vienen a buscarlas”, decidieron tomar medidas y arreglar los daños ocasionados. Se acordó
dar, como dio, comunicazión al cavallero Don Antonio de Arias para que, pasando al sitio con el maestro alarife de la ziudad y peones correspondientes, descubran el manantial y sitio en que se deba hazer el baño, y, hecho esto, con lo demás que ocurra ynforme a esta Ziudad de la obra prezisa y combenientte, su costo y que pase los gastos del día, se llebe testimonio deste acuerdo a la Juntta de Propios y Arbitrios a fin de que libre lo nezesario.

El edil Sr. Arias, propietario del cortijo El Batán, lindero con los Baños, se tomó con interés, pero con calma, el encargo de sus compañeros de Cabildo y el día 11 de Septiembre de aquel año comunica los gastos habidos en la reparación. Su cuenta es aprobada. Eso es lo que nos dice el libro de actas del Ayuntamiento en esa fecha: El ya citado García de la Leña rememora lo ocurrido aquel mes de Septiem-bre:

Así fue corriendo su fama; pero sin hacer análisis alguno de ella hasta el año 1765, que es la época de su mayor crédito.
Con las lluvias y avenidas tan fuertes acaecidas en 25 de Septiembre de 1764 se arrasaron de tal suerte aquellas rozas, que casi no quedó señal del sitio en que estaba el cenagal ò fuente, por lo que se juzgó perdida, con gran sentimiento de la Comarca. Advertido este daño por la Ciudad de Velez, envió sugetos prácticos que
buscasen sus venéros, que con efecto se encontraron; pero como la principal virtud estaba en el limo y cieno del cenagal, no se experimentaba tanto beneficio como antes: no obstante hizo la Ciudad cercar todo aquel sitio, construir dos estanques con separación para hombres y mugeres, los aseguró en lo posible para preservarlos: y entonces para analizar los metales ó azufres de que se componía, mandaron en dicho año 1765 al célebre Médico de Vélez D. Ignacio Mazia, y al Farmacéutico D. Josef Fernando Garcia y Sevilla (bien conocido por su pericia farmacéutica) con todos los instrumentos químicos necesarios para sus
experimentos.

El informe que el farmacéutico Don Joseph García de Sevilla, “Boticario en esta ciudad y socio honorario de la Academia Mattritense”, presentó a las autoridades de Vélez y que fue leído en el Cabildo del día 1 de Marzo de 1766 espoleó a los regidores veleños y vieron claro que “lo prodigioso de las aguas y baños hediondos, alias de la Fuente Santa, que se hallan en el Partido de las Rozas de esta jurisdición” hacía necesario tomarse un interés especial en el tema y promocionar unos baños únicos, con unas propiedades “que los eleban a ser particulares no sólo en España pero aun en la Europa”.
Tras la autocomplacencia de la obra realizada - reparación de los destrozos del temporal y separación de sexos - estudiaron las necesidades que había y la primera que surgió fue la falta de habitaciones para los enfermos que, por la naturaleza de sus aczidentes, no podían estar expuestos a la inclemenzia, o poco menos, en unas chozas de ramas, que por aquel tiempo alli se fabrican, sin haver otras casas que guarecerse.

Fueron informados de que el asunto se estaba agravando porque “ya oy con dificultad se podrán hazer las tales chozas, por no haver quedado en sus alrreedores ramas de que hazerlas”.
Para subsanar esta inaplazable necesidad aprobaron la construcción de “seis cuartos, a benefizio de los propios de esta Ziudad, tres en cada una de las dos paredes de la zerca de dichas albercas”, Se encomienda el trabajo al “maestro de obras de esta ziudad, vajo la dirección de Su Señoría el Sr. Corregidor”.
No se conforman los regidores de Vélez-Málaga con esta obra de urgencia; desean construir un balneario definitivo. Para ello acuerdan que el maestro de obras haga su correspondiente proyecto y presupuesto, que se presente a la aprobación del Supremo Consejo de Castilla y que todo se ponga bajo la “direczión del Sr. Correxidor y concurrenzia de dichos cavalleros comisarios”. En el proyecto se ha de tener en cuenta la necesidad de construir una casa y descubrir los otros dos nacimientos perdidos con los temporales, para destinarlos “en mejor modo que sea dable, ya sea para baño o beber el agua”.
Como de costumbre, la iniciativa privada es más rápida que la oficial y de inmediato surge el primer especulador y promotor turístico de la zona: el día 1 de Mayo de 1766 se presenta, en la escribanía de Don Miguel del Álamo, nuestro ya antes citado Don Antonio de Arias y Anaya, regidor perpetuo de Vélez, y declara que es propietario del cortijo El Batán, distante sesenta varas de los Baños de Vilo; quiere construir una casa que le sirva de reposo a él y a su familia y, al mismo tiempo, le salga gratis la construcción y, posteriormente, no sólo se autofinancie sino que obtenga algún beneficio con el arrendamiento a los enfermos que van a disfrutar de las aguas. Hay un inconveniente: sus finanzas no están muy boyantes. Esto tiene una fácil solución cuando se cuenta con parientes ricos y dispuestos a sacar algún provecho. Solicitó ayuda y ofreció parte del negocio a su “pariente el Sr. Don Juan Antonio de Goyeneche, comisario ordenador de los Reales Exércitos, Veedor y Ministro Principal de Hazienda y Guerra en lo comprehensible a esta Costa del Reyno de Granada”. El pacto consistió en que el Sr. Arias aportaba el solar, "en sitio ynmediato a los referidos Baños y al arroyo de Zapata, que es linde a mis tierras, y arrimado a un gran cerro peñascal ynútil que tengo y a la vereda o camino que pasa por su falda para uso de dichos Baños y varios cortijos, como también para la Puebla de Periana".

Su primo, el socio capitalista, se compromete a construir una casa “de ocho varas de hueco”. ¿En qué consiste el negocio?. Muy elemental: el socio capitalista o su familia tienen preferencia de uso. Cuando éstos no la utilicen podrá hacerlo el Sr. Arias, que estaba necesitado de tomar las aguas. También se estipula una opción de retorno, es decir, cuando los herederos del propietario del terreno deseen hacerse con la propiedad de la casa, podrán hacerlo “por sus regulares y lexítimos aprecios”. Parece que el regidor veleño no era muy ingenuo del todo: además estipula que su pariente el Sr. Goyeneche debe, a su costa, “ynjertar de una vez cien azebuches de los que tengo en tierras propias de dicho cortijo, para que se críen olivos útiles”. El Sr. Arias se reserva el derecho a “ospedar todo sujeto de distinción por sus arriendos”. Esto se entiende previo el pago correspondiente. Intentando disimular su gran apetencia crematística, dice que además "podrá servir de refugio general y albergue para todos en un caso pronto de las ordinarias y grabes tormentas de aires y aguas que suelen originarse, derribando las chosas comunes y havitaciones de enrramadas que en dicho paraje anualmente se hacen".

Al final del contrato se le escapa exponer una más de sus razones para ceder el solar al pariente rico:
... y maiormente para obiarme también por medio del casero, el que me servirá de guarda zelador de los Baños, de talas de árboles que la gente común del campo y ganaderos suele hazerme.

La vida en los Baños continúa y cada vez con más afluencia de bañistas, pero parece que el entusiasmo de los ediles veleños ha decaído algo. Quizás sea porque presientan que los Baños de Vilo pronto van a dejar de ser de Vélez para pasar a la propiedad de la recién estrenada Puebla de Periana. Sea por lo que sea, la verdad es que el Ayuntamiento de Vélez tenía dineros inmovilizados y no se le ocurrió invertirlos en la ejecución del proyectado balneario hasta que el Intendente General del Reino le comunicó en carta de fecha 22 de Abril de 1770:

... la resolución del Real y Supremo Consejo de Castilla de diez y nueve de Diziembre último, mandando que se contribuia a las ciudades de Alhama, Loxa y Villa de Casa-Vermeja con la cantidad de ciento cinquenta y nueve mill nuevecientos cinquenta y quatro reales y ocho maravedís de vellón ... a un dos por ciento.

Debe prestar a Alhama noventa y nueve mil doscientos dos reales de vellón, a Loja cincuenta y un mil seiscientos noventa y ocho reales y cinco maravedís y a Casabermeja nueve mil cincuenta y cuatro reales y tres maravedís.
En el Cabildo del día 1 de Abril de 1771, en que se deliberó sobre la anterior comunicación, se sacaron a la luz una serie de proyectos que dormían en los cajones del Corregidor: puentes sobre el río Vélez, arreglo del camino de Málaga, construcción del camino de la Mezquitilla, construcción de un matadero, compra de caballos padres y edificación de caballerizas, además del arreglo de las cuadras de la ciudad, obras y repasos en la casa Alhóndiga y en la “Real Cárcel para evitar otra fuga de presos como la experimentada en el año pasado de setenta”, creación de un Banco para liberar a los campesinos de la usura de los comerciantes, etc., etc.. Además de todos estos proyectos estaba el ya citado de la construcción de un balneario en Vilo.
Referente a este tema, algunos de los síndicos recordaron que el año 1768 pasado habían enviado al Real Consejo un informe sobre “la virtud, uso y utilidad de las aguas y vaños de las Rosas comprehendidas en este término”. También recordaron otros que en el informe se hablaba además de la cantidad cada día mayor de enfermos, no sólo de Vélez-Málaga sino también de otras muchas poblaciones, que acudían a Vilo atraídos por la fama de sus aguas. El Real Consejo también fue instruido sobre la precariedad de sus instalaciones, prácticamente nulas: los enfermos se albergaban en chozas y sombrajos de ramas; estaban expuestos a las incomodidades y a las inclemencias del tiempo, “tanto por sus accidentes quanto por el excesivo calor de día y frío y violentos aires de noche”. Adjuntaron también el informe financiero:
... construiendo esta ciudad una casa de quenta de sus Propios le producirían lo menos quinze mill reales y socorrería sus enfermos. El Real Consejo contestó y libró su Real Despacho al Sr. Governador de Málaga, asoziado con el Sr. Corregidor désta,sobre el reconocimiento del terreno, su utilidad, plan de la casa ysu costo, como con efecto fue valuado por peritos nombrados de Málaga en ciento veinte y tres mill reales, ynclusos los reparos y ensanches de los baños, y oy se halla el expediente en el Real Consejo.

Los ediles hacen hincapié en sus argumentaciones para oponerse al préstamo a las ciudades de Alhama, Loja y Casabermeja:
... se seguiría yndispensablemente, como deja expuesto la ciudad, perderse las utilísimas obras proyectadas por la ciudad, con expecialidad la de puentes, acontesiendo lo mismo en la de los Baños de las Rosas

Siguen insistiendo en las grandes ventajas que aportaría a la ciudad la inversión de los citados dineros. Mezclan los intereses económicos con los sociales. Veamos lo que argumentaban aquellos ediles de la Vélez de 1771:

... la que al paso de tocar en la salud pública con tranzendensia a todo el Reino, por no haver otros de su naturaleza que le sobstituian, dejaría de producirle a los Propios tan considerable renta como los de un mill pesos annuales, y la aspectativa en lo subsesivo a maiores yntereses, por la más concurrensia de enfermos que dejan de venir por causa de la yncomodidad del sitio, y en estos términos, en el caso de ser el Real ánimo darle mobimiento a las exsistensias con el producto del dos por ciento al fondo, está visible aquí la maior renta entre sus propios naturales que decían ser preferidos, que el de los dichos pueblos.

No hemos encontrado documentación sobre el destino último que se dió a “la cantidad de ciento cinquenta y nueve mill nuevecientos cinquenta y quatro reales y ocho maravedís de vellón” que el Ayuntamiento de Vélez-Málaga tenía de superávit en su presupuesto.

La información sobre los Baños de Vilo se nos esfuma otra vez durante cuarenta años. Posiblemente se deba este silencio a la independencia de la Puebla de Periana y a la pérdida de los libros municipales de la misma. El primer libro de actas existente en el Ayuntamiento de este pueblo es del año 1835.

No obstante, los concejales de Vélez-Málaga parece que vuelven a interesarse por el tema y el día 18 de Julio de 1816, posiblemente a causa de la queja de algún regidor que el verano anterior subiera a tomar las aguas, el pleno del Ayuntamiento de esta ciudad se da por enterado y expresa su deseo de hacer algo para remediarlo: delegan en el “Cavallero su Regidor Decano Don Juan José Lazo, que preside esta cavildo”. Se toma el acuerdo de que este señor pase por la Puebla de Periana y convenza a sus dos alcaldes para que tomen medidas y remedien el abandono en que se encuentran los Baños, realizando las obras necesarias para poder recibir sin molestias a las numerosas personas que todos los veranos acuden a medicinarse.

Desconocemos si el señor Regidor Decano cumplió con su misión y si la gestión, en caso de haberla habido, dio resultados satisfactorios. No tenemos noticias hasta el año 1828, el año de más actividad de los Baños. Suponemos que durante este tiempo fueron mejorando e incrementando el número de pueblos proveedores de clientes: el movimiento habido durante este año no se improvisa, es consecuencia de una actividad continuada durante largo tiempo.

Conozcamos bien los acontecimientos de este año. Primera noticia a destacar: esta temporada, aunque no fuera oficial: tuvieron por primera vez un médico director. Fue Don Julián García Valiente.

Los bañistas, que ya deberían ser muy numerosos, echaban de menos una ermita donde poder desahogar sus sentimientos religiosos. Se animan, organizan una colecta y empiezan las gestiones para construir un lugar de culto. La colecta fue acompañada de actividades lúdicas que proporcionaran dinero. Así, comprometieron a la Compañía Cómica de Vélez para que actuara gratis y destinara la recaudación a tan buen fin. Los cómicos acceden y celebran dos funciones de teatro. La primera recauda mil treinta y un reales con diecisiete maravedís y la segunda ochocientos catorce reales.

Los organizadores se entusiasman con los resultados y piden audiencia al señor Corregidor para darle cuenta de sus gestiones, exponerle sus planes y pedirle ayuda. Don Juan de Casamayor Torres, que así se llamaba el señor Corregidor, recibió la idea con complacencia, les da su autorización para continuar trabajando y les promete ayuda. No dejó pasar el tiempo e inmediatamente dirige un escrito al vicario de la ciudad. Éste contesta con la licencia para un Oratorio Público y el Ayuntamiento se da por enterado en el cabildo del día 16 de Febrero de 1828.
Piensan sesudamente los señores capitulares y deciden que para controlar una obra de esta envergadura es necesaria la creación de una comisión que administre los fondos recaudados y gestione la edificación de la capilla. La comisión se forma con los caballeros regidores Don Juan José Lazo y Don José Miguel Pérez. Como hombre de confianza del Ayuntamiento nombran depositario a “su Individuo y Capitular” Don Clemente Cabrera, a quien ruegan “se encargue de tener en su poder y a disposición de la comisión los fondos reunidos y que se fuesen recaudando”.
Piden ayuda al “Sr. Comandante de las Armas para la prestación de los Auxilios Militares con que pueda favorecer estos trabajos, supuesto el celo que ha manifestado por ello”. También se dirigen a los pueblos de la comarca y al alcalde de Periana. A los primeros “a fin de que contribuyan para una obra que ha de seder en beneficio de la Religión y de la umanidad doliente”. Al segundo “para que exite el selo de sus vecinos a fin de que se componga el camino que de dicha Puebla se dirige a los Vaños, de que hay noticia se prestan algunos de ellos”.

La petición a los vecinos de la comarca no ha caído en saco roto: en el cabildo del día 26 de Marzo de este año

el Sr. Regente manifestó que en el día de ayer le ha embiado el Sr. Comandante de las Armas seiscientos cuatro reales que havía contribuido por subscrición voluntaria los vecinos de la Villa de Algarrobo, comprendidos en una lista que acompaña, para las obras proyectadas en los Baños de Vilo.
No quedó aquí la ayuda de Algarrobo. También enviaron “un Misal y un Ara para el oratorio rurar y Hermita que se ha de formar en ella”.

El segundo pueblo en colaborar fue Frigiliana. Tres días después de Algarrobo, es decir, el 29 de Marzo, se reúne otra vez el cabildo de Vélez-Málaga y

El Sr. Regente hizo entrega en este acto de doscientos dos reales que se havía embiado al Sr. Comandante de las Armas, por subscrición voluntaria que habían hecho los vecinos de la Villa de Frixiliana, para mejorar los Vaños de Vilo.

Al mismo tiempo que se da cuenta de los dineros enviados por Frigiliana, se ordena se entreguen al “Cavallero Comicionado Don Clemente Cabrera” y a éste también se le ordena dé recibo de los mismos a los donantes. Otra orden es para el “Cavallero Capitular Don José Miguel Pérez”, instándole a que lleve el control y contabilice todas las aportaciones.

Veinte días después, en el acta del cabildo de fecha 19 de Abril, se dice que

El Caballero Regidor Don Juan José Laso de la Vega hizo presente había entregado trescientos veinte reales al Caballero Comicionado Don Clemente Cabrera, que, por mano del Sr. Comandante de las Armas de esta Ciudad, remitía gratuitamente la Justicia de la Villa de Torrox, de sus vecinos, para la construcción de la Hermita que se ha de hacer en los Vaños de Vilo.

La comisión que se creó para llevar a cabo la campaña en pro de la erección de una ermita en los Baños de Vilo no ceja en su empeño y las obras se ejecutan a buen ritmo. Ya no saben de dónde sacar más dinero. Parece ser, según se desprende del acta capitular del Ayuntamiento de Vélez del día 28 de Junio de este año de 1828, que con el dinero recaudado casi había para la obra, pero no más. Por eso, en vista de que la finalización del edificio está cercana, piden al Ayuntamiento les solucione la falta de ornamentos y vasos sagrados. Éste acordó solicitar a la Junta de Diezmos de la Diócesis que destinen para la nueva capilla dos ornamentos y un cáliz, exponiéndole al mismo tiempo que los mismos se depositarían en la parroquia de Periana, “que es el pueblo más inmediato a dichos Vaños”, para su conservación y custodia durante los meses del año en que los baños estuviesen cerrados. Recuerdan que el Ilmo. Sr. Don Alfonso Cañedo y Vigil, cuando era obispo de Málaga, antes de haber sido promovido a la sede arzobispal de Burgos, les ofreció tres mil reales y dos ornamentos.

En la citada acta hay un dato que nos revela la afluencia de personas a Vilo. Dice que el señor obispo les prometió la mencionada ayuda porque los domingos se quedaban sin oír misa por falta de capilla más de quinientos fieles.

Esta vez parece que el Ayuntamiento de Vélez se está tomando algún interés en la mejora y promoción de los Baños. Además de su colaboración en las colectas para la capilla también ha enviado trabajadores para mejorarlos y, una novedad, acuerda editar un folleto publicitario para enviárselo a los médicos y distribuirlo por los pueblos. En él se expondrán los trabajos que sobre los mismos han realizado el “célebre facultatibo en Farmacia y Química Don José García Sevilla” y “el cirujano médico Don Julián García Valiente”. De todo ello se dará “cuenta por el Sr. Presidente de esta Iltre. Corporación a la Junta Superior Gubernativa de Medicina del Reyno”.

La petición de la Corporación Municipal de Vélez a la Junta de Diezmos de la Diócesis tuvo respuesta rápida. Antes de un mes se recibe un oficio en el que la Junta comunica ha dado órdenes “al Cura Mayordomo de Fábricas de Periana para que suministre dichos dos ornamentos por la temporada de los vaños y, pasada, los buelba a recojer”. Con el cáliz hubo un problema: en Periana sólo había dos y tenían necesidad de ellos. Por eso se encargó la ejecución de uno nuevo, pero esto llevaba tiempo. Además había un inconveniente añadido: “para usarlo era indispensable la Sagrada Unción y Consagración por el Sr. Obispo”. Por tanto, como la inauguración de los cultos era inminente, piden al Ayuntamiento que haga gestiones entre las parroquias y conventos de la ciudad por si pueden prestarle uno provisionalmente. El Ayuntamiento decide hacer las gestiones y comunicar los resultados a la Real Junta de Diezmos de la Diócesis.

Todo esto es lo que sabemos de la construcción de la ermita de los Baños de Vilo. De lo que sabemos poco es de otra ermita que hubo por estos parajes más de cien años antes que ésta. En el siglo XVIII había en España un oficio que todavía hoy perdura en Bolivia y en Chile; es el de fiscal de ermita. Su misión era la de sustituir al sacerdote dirigiendo los cultos en su ausencia o la de ayudarle cuando estaba presente. Sabemos de esta ermita por un documento del archivo catedralicio de Málaga en el que se dice que el día 15 de Enero de 1722 “Don Pedro Sánchez Rezio pide se le expida el título de fiscal de la Hermita del Partido de Vilo, término de Riogordo”. Las autoridades eclesiásticas acuerdan se le pida información al cura de la parroquia. Estaba ubicada en el cortijo Huertas del Notario. Un documento dice que estaba "frente al cortijo de Becerril".

En el acta del cavildo del día 31 de Julio del año 1828 tenemos un caso práctico de la utilidad de los Baños. No sabemos si por aprensión o por necesidad, el caso es que “el caballero su Regidor D. José Antonio Díaz, comicionado para la distribución de bagages”, solicita permiso para ausentarse, porque, según él, los médicos le habían aconsejado una temporada de baños como remedio a sus males. Se le concede el permiso por el tiempo que necesite y para sustituirle en su ausencia se nombra al “caballero regidor D. Clemente Cabrera”.

Transcurre el tiempo y las virtudes de aquel pilar romano, o de aquellas aguas hediondas de los árabes, o de la fuente santa de los cristianos continúan atrayendo la atención y el interés de la gente. La ermita se ha terminado, se han mejorado las instalaciones, pero su fama creciente exige cada vez más gastos de mantenimiento. Para cubrir algunas necesidades, el Capitán General del Departamento de San Fernando, Don José de Quevedo, ordena que de los fondos de Montes de la ciudad de Vélez-Málaga se destinen mil quinientos reales a “la obra de los Baños minerales de Vilo, de este término”. El Ayuntamiento acuerda destinar estos fondos a la continuación de la mejora de los baños y a la cancelación de algunos créditos que aún quedaban de la construcción de la ermita. Se trató este asunto en el cabildo del día 29 de Marzo del año 1829.

Después de las mejoras realizadas en los Baños se pretende darles a los mismos un carácter oficial de balneario. Para ello, el Ayuntamiento de Vélez nombra un director médico. El nombramiento recae en “el profesor de Medicina de esta ciudad Don Mateo Juan de Gámez”. Parece ser que el tal profesor no es del agrado de los dueños de los Baños y no le permiten ejercer su cometido. Éste dirige un oficio al Ayuntamiento veleño pidiendo que se obligue a la propiedad a aceptarle como director. En el pleno del día 8 de Julio del corriente año de 1829 se tramita la solicitud del médico y se acordó:
Se pase orden a los Alcaldes de Periana, en cuyo término alcabalatorio se hallan los citados baños, que el facultativo subdelegado de Cirujía Médica de esta ciudad D. Mateo Juan de Gámez está nombrado para la dirección de las personas que concurren a medicinarse en ellos y para practicar las obcervaciones médicas y químicas que le sean posibles y puedan demostrar las virtudes de los expresados vaños para la curación de las muchas enfermedades que padecen los que van a medicinarse con ellas.

A mediados del siglo XIX alcanzaron los Baños un gran prestigio a nivel nacional. Iba a tomar sus aguas nada más y nada menos que el mismísimo General Narváez, Duque de Valencia, que se hacía acompañar por una hija. Cuentan los lugareños una entrañable historia que ocurrió uno de aquellos veranos. Dicen que, después de cenar, los jóvenes se reunían en la placeta del molino de D. Rafael Zamora. Allí montaban su tertulia y organizaban los tradicionales bailes de la rueda o los de verdiales. Una de las noches bailaba ufano con la hija del general un lugareño. Estaba tan ensimismado el pobre que enganchó su albarca en la falda de la generalita y la consecuencia lógica fue un descomunal siete. La chica, toda compungida, vuelve a casa y cuenta a su padre lo sucedido. Éste calla y, de pronto, toma una decisión: ordena a una pareja de la guardia civil que le traigan al osado bailarín. Cuando los guardias se presentan en casa del Carteles, que así era apodado el zagal, el pobre muchacho se descompone, ya se ve en juicio sumarísimo y pudriéndose en la cárcel de por vida. Le iban a llevar a presencia nada menos que del serio general Narváez, cuya severidad y dureza le habían hecho ganarse el mote de Espadón de Loja. Cuando el general le dice “cuéntame lo que ha pasado con mi hija”, el pobre paleto tiembla y se encomienda a todos los santos, principalmente a San Isidro, patrón de Periana y de los campesinos; le promete un cuartilla de trigo si sale con vida de ésta. El desgraciado, temblando y balbuceando, le responde: “Mi general, que estábamos bailando a la rueda y se me enganchó la albarca en la falda de la señorita; y sin querer le hice un roto”. “Y, ¿por qué no te pones zapatos para bailar?”. “Mi general, es que no tengo zapatos”. Narváez queda desarmado ante la ingenuidad de aquel asustado chaval; echa mano al bolsillo, saca unas monedas, se las da y le dice: ”Toma, vete al pueblo ahora mismo y que te hagan unos zapatos; mañana voy a organizar un baile aquí, en mi casa, y quiero verte bailar con mi hija, pero con zapatos”. Dicen que el Carteles empezó a correr y no paró hasta llegar a casa del zapatero de Periana, que estaba a unos tres kilómetros.

La gente, tanto los nativos como los agüistas, agradecían la presencia de Narváez y mostraban su agradecimiento componiéndole canciones alusivas. Gracias a Don Segundo Pascual Toledo, que hace años entrevistó a los viejos de la aldea, conocemos algunas:

Señor Duque de Valencia,
el cielo se ha puesto azul,
permita Dios que se lleve
de los Baños la salud.

El Sr. Pascual Toledo rescató estos verdiales, compuestos por el mismísimo Carteles el día en que se despedía el General:

Señor Duque de Valencia,
ya me vengo a despedir;
que Dios guarde a su excelencia
y se adolezca de mí,
pues me veo en decadencia.

Cuentan que el Duque de Valencia, riguroso en el protocolo pero humano en la intimidad, le agradeció la canción con un doblón de oro.
Relata Don Segundo Pascual, en un artículo publicado en Sol de España el 17 de Agosto de 1969, dos anécdotas en las que se refleja claramente la doble personalidad del General, la protocolaria y la familiar.

Tal tuvo lugar cuando vinieron a cumplimentarle el alcalde y concejales de la villa de Periana, a los que acompañaba el alguacil de la misma localidad. Éstos entraron en la residencia de Narváez y fueron estrechándole la mano. El alguacil no quiso ser menos y siguió el ejemplo de los miembros de la corporación municipal. Entonces el general le indicó con gesto severo que su puesto estaba en la puerta, donde debía esperar al alcalde. Al momento pidió una palangana y lavóse las manos.

Veamos ahora la anécdota del Narváez familiar:

En uno de estos paseos por las inmediaciones de la aldea, acompañado de su séquito, se encontró con un tal Marcelino que, montado en su pollina, regresaba del trabajo. El animal se asustó al ver tanto personaje, y a punto estuvo su dueño de dar con las costillas en el suelo. Repuesto éste del sobresalto le cantó así:

Viva la estrella del Norte
parada en el alto cielo,
que si no es por los del bigote
mi cabeza da en el suelo!.

Halagado el dictador, lo invitó a comer en su residencia.

Los vates del lugar no sólo componían canciones al general; también tenían algunos recuerdos para los que acudían con enfermedades vergonzantes a tomar las aguas. He aquí dos muestras que escogió Don Narciso Díaz de Escovar:

A Vilo, por incurable, Nos viniste a contagiar
traen la sana empedernida. con diabólicos humores;
No haya miedo que en su vida por esto, nuestros clamores
un punto los desampare. te gritamos sin cesar


Estribillo Estribillo
Sarna, sarna que pica; Sarna y gálico arriba,
sarna, sarna que rabia; sarna y gálico abajo,
sarna, sarna perruna sarna y gálico en la cola,
y también sarna Gálica. sarna y gálico en el rabo
***
El gálico refinado, Esta sarna es lazarina,
fruto de tu mocedad, vaya a morar a un olivo;
no ha podido, a la verdad, huyamos, pues quien la tiene
por las aguas ser curado es milagro que esté vivo.
(al estribillo) (al estribillo)
* *
Deja, deja esta mansión, La sarna en aquesta gente
que tu gálico no cura, ha tomado posesión;
y márchate con premura ya tiene cuando se muera
a recibir una unción. quien la lleve al panteón.
(al estribillo) (al estribillo)

6 comentarios:

  1. Paco estas haciendo un trabajo de chinos, nadie escepto tu puede tener el talento y la voluntad de aportar estos escritos para que perduren en el tiempo. Muchas gracias y sigue con ánimo esta ardua tarea.

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  2. Bueno. Ésta historia me deja K.O. Preciosa. Enhorabuena.
    He dicho K.O. por su buena información, redacción y exposición. Gracias.
    Resulta que me encuentro con el nombre de mi tercer abuelo ó tatarabuelo materno, Juan José de Casamayor Torres y Alarcón, el Corregidor veleño, que fallece en 1833. Su nieta, mi abuela Carmen Casamayor y Cebrián, llega a los Baños de Vilo con sus padres, Enrique Casamayor del Castillo y Concepción Cebrián Pardo para pasar una temporada veraniega y tomar los baños. Conoce allí, en ese paraíso, a Enrique de Alcaraz Moreno-Barreda, granadino e hijo del propietario del Cortijo de Zapata, mi otro bisabuelo, Eduardo de Alcaraz Barreda y Jurado, que lo adquirió a una familia llamada Bolaños. Gracias por tan maravillosa historia. He puesto un granito de arena. De ese conocimiento y gracias a los Baños de Vilo estoy vivo y soy. ¡Enhorabuena!. Mi nombre: Federico Cristófol de Alcaraz. e-mail: .

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  3. En su recuerdo tengo un pequeñito terreno, muy cerca, en el que vivo y al que denominé "La Zapatilla", en memoria de esos antepasados.

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  4. Los padres del Corregidor D. Juan José de Casamayor Torres y Alarcón que fué Notario y Escribano Público de S.M. en todos sus Reynos y Señoríos, se llamaban Don Bernardo de Casamayor y Muesas y Dña. María Luisa de Alarcón y Millet.

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  5. Los padres del Corregidor D. Juan José de Casamayor Torres y Alarcón que fué Notario y Escribano Público de S.M. en todos sus Reynos y Señoríos, se llamaban Don Bernardo de Torres Casamaior y Muesas y Dña. María Luisa de Alarcón y Millet.

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